En el pasado, lo normal era sentarse a la mesa a comer con la familia, los amigos, o la comunidad a la que pertenecíamos. Charlar, intercambiar experiencias y socializarse. El centro de la comunidad y de la familia giraba en torno a la comida, nuestro sustento.
Hace más de 200 años, con la revolución industrial, llegó también la revolución social del hogar. La industrialización acabó penetrando muy rápido en sectores como la alimentación y la vida social.
Hoy en día, la familia no se reúne en muchos casos ni siquiera alrededor de la mesa. Trabajan uno o los dos progenitores fuera de casa. Comen en el trabajo, y quizás los niños también en la escuela. Los hijos se echan todo el día fuera de casa, en la escuela, con los amigos, las actividades extraescolares, etc. Llegan a casa y en muchos casos tampoco cenan con sus padres, pues estos llegan tarde del trabajo, o sus horarios no compaginan.
Todo este descontrol ha traído los siguientes problemas:
- Una vida de estrés diario y continuo que nos afecta directamente a la salud.
- Una precaria educación social, ética y moral para los hijos.
- Una precaria alimentación fuera de casa y con comida rápida o industrial.
- Un deterioro progresivo de la salud.
- Un deterioro claro del entorno familiar y la unidad del hogar.
- Una sensación enorme de vacío y falta de sentido a nuestras vidas.
Además de todo esto, el ritmo de vorágine consumista en el que estamos envueltos, hiere de muerte cada día a nuestro entorno y a nuestro planeta. Para llenar ese vacío que sentimos recurrimos a las cosas materiales, el dinero, los lujos, etc, pero no nos percatamos de que estos no son más que un placebo temporal a corto plazo.
Carolyn Steel en su libro "Hungry City" nos describe un concepto que ya se está convirtiendo en una realidad: Las ciudades acabarán pasando hambre. A primera vista puede parecer alarmista, pero lo cierto es que hay millones de personas ya están pasando hambre en las ciudades. Una superpoblación de las mismas, llenas de gente que no produce sus propios alimentos, está llevando a una súper explotación de los campos con sistemas agrícolas insostenibles y dependientes del petróleo, está minando los recursos hídricos y naturales de nuestros campos. Además, el cambio climático acelerado por toda la producción de gases de efecto invernadero derivados de nuestro sistema de vida industrializado, provocará todavía más sequías, desastres climáticos y grandes pérdidas de cosechas.
Hoy por hoy, sólo con los desastres naturales que está sufriendo Asia, hay muchas ciudades donde la comida escasea y el precio de los alimentos se ha puesto por las nubes. Esto por no hablar de toda la gente de países subdesarrollados (por culpa del primer mundo) que está pasando verdadera hambre y desnutrición, la vergüenza del S.XXI.
Hay varios conceptos que debemos de tocar para empezar a cambiar toda esta situación antes de que a nivel personal nos pille el toro. Digo a nivel personal, porque parece que a nivel global no sabemos tomar decisiones, cambiar las cosas o dar marcha atrás, por eso la gran revolución de este siglo ha de nacer de la decisión personal del individuo que acabe arrastrando a los demás individuos a tomar medidas. Si esperamos a que nuestros gobernantes, estados, instituciones, etc, tomen medidas, si me permiten la expresión, “estamos jodidos”.
Esta es una pequeña lista de puntos que debemos cuidar:
- Nuestra seguridad alimentaria: No depender de proveedores ajenos a nosotros, desconocidos o lejanos para sobrevivir (importante el concepto de “sobrevivir”).
- Nuestra calidad alimentaria: Saber de dónde viene lo que comemos, como ha sido preparado o cocinado. Somos lo que comemos.
- Nuestra calidad social: Reunir a la familia, el hogar o los amigos es necesario para nuestra salud física y psicológica. Nadie puede enfrentarse a la barrera de la soledad durante mucho tiempo.
- Nuestra salud: El estrés, la falta de sueño, la mala alimentación, la “mala leche”, los humos, el tabaco, el alcohol excesivo, la comida rápida… todo daña directamente nuestro organismo, y todo nuestro ser, de una manera u otra.
- La salud y el futuro de nuestros hijos: Una correcta alimentación, una vida social en familia (sea cual sea el concepto de familia), una correcta educación ética y moral en respeto y tolerancia, una correcta educación intelectual.
- La salud de nuestro planeta: Es nuestra pequeña burbuja en el universo, nuestra pequeña y delicada nave espacial, además de nuestra casa, y nuestro propio ecosistema del cual hemos surgido… si lo destruimos, nos estamos autodestruyendo.
Hay cientos de modelos de vida que podemos seguir, muchos de ellos completamente válidos, pero irónicamente la sociedad occidental autoproclamada como primer mundo, y de naturaleza parásita, ha decidido decantarse por la más destructiva de todas.
Hay muchos movimientos sociales y organizaciones de gente concienciada que están intentando cambiar las cosas, y todos ellos están aportando su granito de arena (más allá del radicalismo que no lleva a ningún sitio en ningún entorno o ideología) para hacer de este cambio una realidad.
Ecologistas, cooperantes humanitarios, movimientos sociales y espirituales, movimientos de alternativas al capitalismo, tendencias slow, agricultores ecológicos, urbanos o permacultores… son algunos de ellos. También se está trabajando en el marco de la política, la economía y las energías renovables. Pero aquellos que tienen el poder, el dinero y el control de los recursos naturales no renovables no están por la labor de cambiar las cosas, y luchar en contra del interés, es complicado… pero no imposible. Entre todos podremos cambiar las cosas, sólo espero que no sea demasiado tarde.
Para terminar me gustaría quedarme con el concepto que Carolyn Steel ha acuñado: Sitopía. Procedente de la unión de dos raíces griegas: Sitos, que significa comida, y Topos, que significa lugar (emulando el concepto utopía, que significa “lugar bueno”).
Sitopía es entonces un “lugar de comida” o un entorno creado alrededor de la comida, nuestro sustento, motivo de socializarse, no sólo para consumirla y alimentarnos, sino también para producirla, prepararla, etc.
En experiencias propias y de otros puedo asegurar que el trabajar para producir tu propio alimento hace que necesites de tu comunidad más cercana, tu familia, y lógicamente la producción se convierte en producción de todos los que trabajan en ella, compartiendo nuestro tiempo, nuestra comida, nuestros recursos, nuestras experiencias, etc.
Hay muchos proyectos arrancados por el mundo entero donde se está “reinsertando” al individuo industrializado en comunidades que producen sus propios alimentos con un éxito impresionante, hasta tal punto que la gente que lo ha probado asegura que la experiencia le ha abierto los ojos para “vivir la vida de verdad”.
En Galicia, los mayores siempre dicen: “Donde hay comida, hay xente.” (Donde hay comida, hay gente).
Fuente: http://www.cityhuerto.es
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